Gisele aprendió versículos de la Biblia, el Corán y las letras de Black Sabbath.

Gisele aprendió versículos de la Biblia, el Corán y las letras de Black Sabbath.

Música

El heavy metal viste niqab y reza a Alá

Es Gisele Marie, tiene 42 años, nació en Sao Paulo y aclara que su música es su trabajo y el islam su religión. Por si había dudas: “No mezclo ambas cosas jamás. Debemos ser libres para crear arte”.

El niqab de Gisele Marie deja al descubierto sus manos y ojos. Es negro como una noche sin luna. A la vista solo quedan sus ojos y sus manos, que puntean una Gibson Flying V a la que cariñosamente ha apodado Polka. Cuando habla, la voz de Gisele se intuye melódica y su acento brasileño se balancea por su lengua y sus dientes, arriba y abajo, como la cintura de una carioca en carnavales. La guitarra, sin embargo, carraspea como si acabase de despertar con una resaca de whiskey doble: ruda y ronca, tal y como debe sonar el metal.

En el escenario, como en el resto de sus rutinas, esta mujer de 42 años procedente de Sao Paulo lleva niqab. Su día a día es un plano secuencia en el que hace las tareas del hogar, ensaya, va a clases de música y reza sus oraciones. Enterrada en tela, Gisele parece recordarnos que todos debemos morir, pero su espíritu clama a la vida, ser uno mismo: llevar a Satán en la boca —en una canción— y a Dios en la sangre. “La música es mi trabajo y el islam es mi religión, así que no mezclo ambas cosas jamás. Debemos ser libres para poder crear arte”, explica a EL ESPAÑOL.

La música es mi trabajo y el islam es mi religión, así que no mezclo ambas cosas jamás. Debemos ser libres para poder crear arte.

Al mismo tiempo que Gisele se aprendía los versículos de la Biblia —procede de una familia de arraigada tradición católica— también memorizaba las tablas de multiplicar, los elementos químicos y las letras de Black Sabbath. “Lord of this world, evil possessor, lord of this world, he’s your confessor now!”, cantaba en su habitación: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre”, recitaba en la iglesia.

A los ocho años comenzó a estudiar piano, a los once guitarra clásica y a los doce se decantó por la eléctrica. Fue en la adolescencia cuando descubrió el pecho aniñado de Randy Rhoads, que se hinchaba como el universo en expansión cada vez que tocaba aquel solo de Crazy Train. “Consigue llegarme al alma siempre, pasen los años que pasen”, dice sobre el guitarrista. Las cruces de madera donde Cristo agoniza alimentaban su fe, y las cruces que lucían los músicos en el cuello y en las orejas, su pasión. “Megadeath, Metallica, Lamb of God o Rammstein son grupos que me han marcado por completo”, afirma.

No fue hasta 2009, tras el fallecimiento de su padre, cuando Gisele Marie decidió convertirse al islam: “La religión ha estado muy presente en mi día a día, mi familia siempre se ha esforzado mucho por cumplir los mandatos religiosos. Toda mi trascendencia espiritual procede de ahí. No puedo explicar lo que sentí cuando leí el Corán. Sencillamente, me cambió la vida”. Tanto fue así que decidió mostrar su culto a través de la estética y usar el velo integral (niqab, no un burka).

Fe en la música

Cubrirse como símbolo de libertad, la suya propia. “En 2010 conocí a una hermana musulmana que volvía a Brasil después de haber vivido en Egipto. Allí, ella usaba niqab y quería llevarlo en Brasil también, pero tenía miedo de que la hostigasen o la acosasen por ello. Como estudié psicología, le ofrecí mi ayuda para superar ese miedo. Así que empecé a usarlo yo también en lugares públicos, y lo cierto es que me sentí genial. Después de eso leí acerca de Aisha, la esposa del profeta [Mahoma], quien también llevaba niqab. Ella fue mi inspiración para continuar”, apunta. Su madre ahora solo ve la mirada de Gisele, pero lo acepta con la normalidad con la que uno se acostumbra al pelo verde de un hijo punki.

Durante una de sus actuaciones.

Durante una de sus actuaciones.

La novela Las chicas de Riad narra la vida de un grupo de chicas de Arabia Saudí. Una de ellas comienza a vestir niqab: la mayoría de sus amigas la felicitan por su decisión; otra de ellas, de origen estadounidense, se enfada y se niega a darle la enhorabuena. “Hay musulmanas que consideran que el uso del niqab es un símbolo de espiritualidad y mucha fe. Otras, sin embargo, lo ven como insultante y antislámico”, explica Fátima Tahiri Simouh, doctoranda en la Universidad Autónoma de Madrid y cuya línea de investigación es islam en Europa y prácticas religiosas de jóvenes musulmanes españoles. El poeta sirio Nizar Qabbani escribe en uno de sus versos que las tradiciones son como un cementerio de muros negros donde están enterradas “miles y miles de mujeres mártires sin nombre”.

El periodista Ilya U. Topper, especialista en el mundo árabe, apuntaba en su artículo El velo exhibicionista que esta prenda es un símbolo de una ideología integrista y no una tradición. ¿Convierte Gisele Marie el niqab en un complemento pop al emplearlo encima de un escenario? ¿Lo destierra de su significado? “Conocemos el niqab a través de los hechos históricos relacionados con los talibanes o a través de diferentes políticas de Arabia Saudí donde gobierna la ideología wahabí [la rama que defiende la interpretación más intolerante del islam en toda su historia]. Por eso lo relacionamos siempre con las ideas integristas que oprimen a la mujer.

Quiero poder elegir cómo me visto y cómo me comporto. En el escenario lo uso por una razón: porque es algo serio para mí. Soy real.

Pero si fuese así, ¿dónde quedarían prendas como el hayek [blanco y que deja al descubierto un ojo o los dos], que también tapa todo el cuerpo? Muchas de las mujeres que lo usaban fueron grandes luchadoras en la etapa independentista de los países del Magreb”, señala Tahiri Simouh. Gisele asegura que para ella tiene una relación directa con “la modestia”, pero sobre todo implica autonomía: “Quiero poder elegir cómo me visto y cómo me comporto. En el escenario lo uso por una razón: porque es algo serio para mí. Soy real. Llevo el niqab en todas las parcelas de mi vida, así que en esta otra también, por mucho que a la gente le llame la atención”.

Según la investigadora de la UAM, “no es posible asociar un símbolo absoluto a lo que representa el niqab, pues para cada persona que lo usa significa algo diferente”. Para algunas supone un acercamiento espiritual a Alá. Para otras es un signo que les otorga independencia respecto de la moda y de los cánones imperantes. ¿Someterse a Dios o rebelarse contra la sociedad? “La afirmación de que el niqab —o el burka— es un síntoma de retroceso lleva intrínseca la idea errónea de que la mujer debe vestir de una manera determinada para mostrar progreso y civilización”, añade.

Libertad contra fascismo

“Lamento mucho que haya mujeres forzadas a llevar determinada ropa contra su voluntad. Lo lamento como mujer y como musulmana, porque es una abominación y un grave error en nombre de Alá. No quiero que nadie tenga que vestir como yo visto. Quiero que la gente sea verdaderamente libre. Espero contribuir, también con la música, a que las mujeres musulmanas de todo el mundo se empoderen”, defiende Gisele Marie. A pesar de su mensaje indómito, no se considera feminista: “Creo que las etiquetas son actitudes fascistas. Si me señalo como tal, me limito. No quiero etiquetas. Luchar por la igualdad es algo que yo practico y defiendo, pero soy mucho más que feminista”.

La historia de Gisele recuerda a la de la musulmana Meliani Siti Sumartini (Garut, Indonesia). Acaba de cumplir dieciocho pero toca la guitarra eléctrica desde que era una cría. Amamantada por las letras de Avenged Sevenfold, Whitechapel, Obscura y Suicide Silence, sus hermanos mayores fueron quienes le dieron a conocer el death metal, el metalcore, el rock progresivo y otros estilos musicales. “Mi madre falleció cuando yo tenía diez años y ahora vivo con mi padre, que es adorable. Para poder comprarme mi primera guitarra, una Fender Stratocaster de segunda mano, le pidió dinero prestado a su jefe. Al principio no le gustaba que escuchara ese tipo de música, pensaba que podía influenciarme y convertirme en una mala persona. Conseguí demostrarle que sé controlarme, así que desde entonces me apoya absolutamente en todo”, comenta Meliani.

Para poder comprarme mi primera guitarra, una Fender Stratocaster de segunda mano, mi padre le pidió dinero prestado a su jefe.

Cuando no está haciendo los trabajos de clase —estudia Música en la Universidad de Pasundan— sus dedos corretean por los trastes del instrumento como las piernas de un atleta en carrera; rápida, ágil, concentrada. “Esto es a lo que quiero dedicarme, y mi sueño es formar una banda profesional”. Al igual que Meliani, la aspiración de Gisele Marie también es tener su propio grupo, un proyecto que ya ha comenzado a perfilar y que lanzará en 2016. “En 2012 entré a formar parte de Spectrus [uno de los componentes es su hermano], pero en agosto de este año lo dejé para centrarme en esto de lo que todavía no quiero adelantar mucho. Solo diré que el sonido es más fuerte que el heavy, se acerca al thrashmetal”.

Si en el siglo IX los árabes gozaban con los poemas desobedientes de Abu Nuwas, —“te hemos aborrecido, miserable Ramadán, sin dudarlo te mataría si pudiera matar a un mes”—, por qué escandalizarnos ahora con la idea de que una musulmana se deleite con la muerte de Dios aunque su cuerpo envuelto muestre absoluto respeto a la deidad en cuestión. La música bombea sangre a sus manos con las que a ratos tocan, a ratos rezan.