España en vilo a la espera de las reflexiones de Sánchez podría haberse titulado esta columna, caricaturizando el lamentable titular de El País tras los atentados del 11-S. 

Porque la carta con la que Pedro Sánchez anunció ayer histriónicamente que va a tomarse un periodo de reflexión de cinco días para decidir si renuncia o no a la presidencia oscila entre el chantaje emocional y la irresponsabilidad extrema.

"Pedro Sánchez se ha hecho un 'Lola Flores' cual folclórica ultrajada" me decía ayer por la noche un diputado del PP. 

El objetivo evidente de la carta es el de trasladar la crispación que hoy se vive en la política española a la calle para generar un estado de ánimo favorable al PSOE de cara a las elecciones catalanas y europeas, además de un fenómeno de adhesión al líder del que ayer miércoles por la noche se vieron ya las primeras muestras. 

Secundariamente, es un mensaje a los jueces de los que depende su presidencia. A los que investiguen las denuncias que pesan sobre su mujer, sí. Pero también a aquellos que deberán decidir durante los próximos meses sobre su ley de amnistía

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Pedro Sánchez, además, ha utilizado a su mujer Begoña Gómez para victimizarse, sin imaginar que su carta generaría un súbito 'efecto Streisand'. 

Los principales medios internacionales, y entre ellos la BBC, Le Monde, el Financial Times, Bloomberg y Le Figaro apenas tardaron unos minutos tras la publicación de su mensaje en hacerse eco de las sospechas que pesan sobre su mujer.

Unas sospechas que nadie en Europa conocía sólo cinco minutos antes.

Ahora, Begoña ya es, de forma oficial en todo el planeta, una "presunta corrupta". Y él, un presidente bajo la sombra de la corrupción. 

Si el PP hubiera querido organizar una campaña de marketing que hiciera germinar en todo el mundo la imagen de Sánchez y de su mujer como la de un matrimonio de corruptos, habría tenido que pagar millones de euros a alguna agencia multinacional de publicidad y relaciones públicas. Y eso, sin garantía de éxito alguna.

El presidente consiguió con una sola carta ahorrarle todos esos millones al PP. 

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Es la primera vez en democracia que un presidente del Gobierno somete a la ciudadanía a un chantaje de este calado amparándose en una presunta persecución que en la práctica se reduce a la admisión de una querella basada en recortes de periódico.  

La desproporción entre causas y consecuencias es tan exagerada que uno debe remitirse a algunos regímenes hispanoamericanos para encontrar ejemplos similares de un presidente que haya intentado tensar de esta manera a la ciudadanía para generar un ambiente de estrés emocional que derive en una ola de apoyo popular

Con su vodevil, Sánchez toma como rehenes a los españoles y sumerge a España entera en un periodo de inestabilidad que tendrá consecuencias de una gravedad ahora mismo difícil de prever: empezando por la Bolsa y acabando por la UE, que verá confirmadas sus sospechas de que a los españoles hay que darnos de comer aparte.

Resulta difícil saber si la rabieta de Sánchez es más infantil que irresponsable, más maquiavélica que letal, o más artificiosa que tramposa. 

Pero analicemos la carta párrafo a párrafo.

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No suele ser habitual que me dirija a usted a través de una carta. Sin embargo, la gravedad de los ataques que estamos recibiendo mi esposa y yo, y la necesidad de dar una respuesta sosegada, me hacen pensar que esta es la mejor via para expresar mi opinión. Le agradezco, por tanto, que tome un poco de su tiempo para leer estas líneas.

Desde luego, no es habitual que un presidente se dirija por carta a sus ciudadanos. Pero mucho menos que lo haga en este tono más cercano al consultorio sentimental que al aplomo institucional que se le supone a un presidente del Gobierno.

En cuanto a "la gravedad de los ataques" contra su esposa, ¿en qué se concreta esa gravedad y por qué le preocupan esos ataques si está convencido de su inocencia y de la irrelevancia de las acusaciones que recaen sobre ella? ¿Acaso no es España un Estado de derecho?

¿Y acaso no había afirmado Sánchez este mismo miércoles por la mañana, en el Congreso de los Diputados, que confiaba en la justicia de nuestro país?

¿Qué cambió en las horas transcurridas entre esa afirmación y la escritura de la carta? 

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Como ya sabrá, y si no le informo, un juzgado de Madrid ha abierto diligencias previas contra mi mujer, Begoña Gómez, a petición de una organización ultraderechista llamada Manos Limpias, para investigar unos supuestos delitos de tráfico de influencias y de corrupción en los negocios.

Manos Limpias no era tan ultraderechista, al parecer, cuando una denuncia suya puso en marcha el proceso que culminó con la condena a prisión de Iñaki Urdangarin

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Por lo que parece, el juez llamará a declarar a los responsables de dos cabeceras digitales que han venido publicando sobre este asunto. En mi opinión, son medios de marcada orientación derechista y ultraderechista. Como es lógico, Begoña defenderá su honorabilidad y colaborará con la Justicia en todo lo que se la requiera para esclarecer unos hechos tan escandalosos en apariencia, como inexistentes.

Dejando de lado el intento de Sánchez de crear un totum revolutum mezclando a la derecha y a la ultraderecha, o lo inapropiado de que un presidente del Gobierno se permita el lujo de señalar públicamente a los medios de comunicación críticos adjudicándoles etiquetas infamantes, ¿cuál es la relevancia de la ideología de esos medios en relación con las acusaciones contra su mujer? 

O esas acusaciones son ciertas o son falsas o son irrelevantes jurídicamente. Y eso es independiente de la presunta ideología del medio que las haga públicas. 

Además, ¿qué otra opción queda en democracia? ¿Que los medios no hagan públicas las sospechas que pesan sobre el presidente del Gobierno y su entorno más cercano? 

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En efecto, la denuncia de Manos Limpias se basa en supuestas informaciones de esa constelación de cabeceras ultraconservadoras arriba referida. Subrayo lo de supuestas informaciones porque, tras su publicación, hemos ido desmintiendo las falsedades vertidas al tiempo que Begoña ha emprendido acciones legales para que esos mismos digitales rectifiquen lo que, sostenemos, son informaciones espurias.

"Constelación de cabeceras ultraconservadoras". ¡La galaxia de la fachosfera! Hemos pasado de "dos medios" a una "constelación". A eso se le llama "escalar el conflicto". 

En cuanto a él, apenas es un pobre presidente del Gobierno sin más herramientas a su alcance que un aparato estatal que controla el BOE, el ministerio del Interior y el de Justicia, amén del CNI y las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, y cuyo gasto total supone más del 50% del PIB nacional. Una víctima desvalida, a la vista está. 

Mención aparte merece su afirmación de que "hemos ido desmintiendo las falsedades vertidas". Porque, a diferencia de Isabel Díaz Ayuso, el presidente y su mujer no han dado la más mínima explicación, ni buena, ni mala, ni creíble, ni increíble, acerca de las actividades bajo sospecha de Begoña Gómez, más allá de la acusación de que estas eran producto de una cacería de brujas emprendida por 'la fachosfera'. 

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Esta estrategia de acoso y derribo lleva meses perpetrándose. Por tanto, no me sorprende la sobreactuación del Sr. Feijóo y el Sr. Abascal. En este atropello tan grave como burdo, ambos son colaboradores necesarios junto a una galaxia digital ultraderechista y la organización Manos Limpias. De hecho, fue el Sr. Feijóo quien denunció el caso ante la Oficina de Conflicto de Intereses, pidiendo para mí de 5 a 10 años de inhabilitación para el ejercicio de cargo público.

Aquí, sin comerlo ni beberlo, aparece Feijóo, mezclado con Santiago Abascal, la ultraderecha, la 'constelación ultraconservadora', la 'galaxia digital ultraderechista' y Manos Limpias. Sólo faltan Gengis Khan y el Joker para tener al dream team de supervillanos al completo.  

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La denuncia fue archivada doblemente por dicho organismo, cuyos funcionarios fueron descalificados posteriormente por la dirigencia del PP y de Vox. Seguidamente, instrumentalizaron su mayoría conservadora en el Senado, impulsaron una comisión de investigación para, según dicen, esclarecer los hechos relacionados con este asunto. Como es lógico, faltaba la judicialización del caso. Es el paso que acaban de dar.

Aquí el presidente del Gobierno describe con precisión eso que en otros países llaman "Estado de derecho". El mismo Estado de derecho al que la Fiscalía o su propio partido han recurrido en el pasado para, por ejemplo, esclarecer las posibles implicaciones penales de las actividades del hermano de Ayuso

Acusaciones, por cierto, que fueron archivadas tanto por la justicia española como la europea, sin que el PSOE y los partidos de la coalición de Gobierno se dieran por aludidos. Porque a día de hoy, siguen acusando de corrupción a un ciudadano inocente.  

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En resumen, se trata de una operación de acoso y derribo por tierra, mar y aire, para intentar hacerme desfallecer en lo político y en lo personal atacando a mi esposa.

Nadie que conozca mínimamente la política internacional puede sostener seriamente que el PP o los medios de comunicación españoles sean, ni por asomo, más beligerantes o tendenciosos o manipuladores que los de otros países de nuestro entorno. 

Lo que sí es inédito en países de nuestro entorno es la inaudita acumulación de escándalos de todo tipo, jurídicos y políticos, que en esas naciones ya habrían provocado la caída del Gobierno y la convocatoria de elecciones generales. Como por ejemplo el de la concesión de una amnistía que fue votada favorablemente en el Congreso por los partidos a los que pertenecen los propios delincuentes amnistiados. 

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No soy un ingenuo. Soy consciente de que denuncian a Begoña no porque haya hecho algo ilegal, ellos saben que no hay caso, sino por ser mi esposa. Como soy también plenamente consciente de que los ataques que sufro no son a mi persona, sino a lo que represento: una opción política progresista, respaldada elección tras elección por millones de españoles, basada en el avance económico, la justicia social y la regeneración democrática.

Las fuerzas del bien contra las fuerzas del mal. El bien absoluto, prístino, inmaculado, impoluto, frente a la bajeza y la abyección de aquellos que retozan en el fango y cuyo objetivo no es otro que la destrucción de todo lo que es bello y elevado. 

La sutileza no es, desde luego, la principal virtud del relato que Sánchez intenta vendernos con su carta. 

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Esta lucha comenzó hace años. Primero, con la defensa que hicimos de la autonomía politica de la organización que mejor representa a la España progresista, el Partido Socialista. Pugna que ganamos. Segundo, tras la moción de censura y las sucesivas victorias electorales de 2019, el sostenido intento de deslegitimación del gobierno de coalición progresista al calor del ignominioso grito de 'que te vote Txapote'. Tampoco pudieron quebrarnos.

Sólo faltaría que un Gobierno democrático se quebrara por un eslogan más o menos burdo. 

El problema de Sánchez, el protagonista de Manual de resistencia, es que debe buscar la épica frente a una oposición que pocos motivos le ha dado para tirar de épica. Sánchez es un rebelde sin causa obligado a inventarse nuevos agravios a cada paso ("¡que llega la ultraderecha!") para alimentar una mitología en la que ya sólo cree él. 

Pero en esta ocasión, el presidente más trumpista de la historia de la democracia ha exagerado la dosis de propaganda victimista.

Veremos cómo la digiere el cuerpo electoral. 

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El último episodio fueron las elecciones generales del 23 de julio de 2023. El pueblo español votó mayoritariamente por el avance, permitiendo la reedición de un gobierno de coalición progresista, en contra del gobiemo de coalición del Sr. Feijóo y el Sr. Abascal que auguraban las baterías mediáticas y demoscópicas conservadoras.

El pueblo español no votó por ningún "avance". El pueblo español votó de forma abrumadora por dos fuerzas políticas, una de centroizquierda y una de centroderecha, que sumaban una amplia mayoría absoluta entre ellas.

Pero el presidente escogió interpretar que habían votado en realidad por la suma de su partido con una miríada de pequeñas formaciones nacionalistas, populistas y radicales cuyo objetivo es la destrucción de su país y cuyo único nexo en común es, precisamente, ese. Y a eso le llamó "progresismo". 

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La democracia habló, pero la derecha y la ultraderecha, nuevamente, no aceptaron el resultado electoral. Fueron conscientes de que con el ataque político no seria suficiente y ahora han traspasado la línea del respeto a la vida familiar de un presidente del Gobierno y el ataque a su vida personal.

Isabel Díaz Ayuso o la mujer de Alberto Núñez Feijóo deben de tener una opinión distinta acerca de ese "respeto a la vida familiar" que pide el presidente para sí, pero que niega a los demás. 

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Sin ningún rubor, el Sr. Feijóo y el Sr. Abascal, y los intereses que a ellos les mueven, han puesto en marcha lo que el gran escritor italiano, Umberto Eco, llamó "la máquina del fango". Esto es, tratar de deshumanizar y deslegitimar al adversario político a través de denuncias tan escandalosas como falsas.

La técnica de la proyección, es decir, la de acusar al contrario de lo que tú mismo haces, no la ha inventado Sánchez, pero desde luego sí ha sido llevada por él a un nuevo nivel. 

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Esta es mi lectura de la situación que vive nuestro querido país: una coalición de intereses derechistas y ultraderechistas que no toleran la realidad de España, que no aceptan el veredicto de las urnas, y que están dispuestos a esparcir fango con tal de: primero, tapar sus palmarios escándalos de corrupción y su inacción ante los mismos; segundo, esconder su total ausencia de proyecto político más allá del insulto y la desinformación; y tercero, valerse de todos los medios a su alcance para destruir personal y politicamente al adversario político. Se trata de una coalición de intereses derechistas y ultraderechistas que se extiende a lo largo y ancho de las principales democracias occidentales, y a las que, le garantizo, responderé siempre desde la razón, la verdad y la educación.

Es una "lectura de la situación" claramente distorsionada, por no ser más duro en los calificativos. Impropia desde luego no ya de un presidente del Gobierno, sino de alguien mínimamente informado sobre la realidad política de nuestro país. 

Prueba de la escasa convicción con la que el presidente vende su propio producto es que la carta repite más de una docena de veces las palabras "derecha", "ultraderecha" y similares. Cuando uno ha de incrementar la dosis de propaganda hasta extremos grotescos es que el barbitúrico ha dejado de hacer efecto en el paciente

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Llegados a este punto, la pregunta que legitimamente me hago es ¿merece la pena todo esto? Sinceramente, no lo sé. Este ataque no tiene precedentes, es tan grave y tan burdo que necesito parar y reflexionar con mi esposa. Muchas veces se nos olvida que tras los políticos hay personas. Y yo, no me causa rubor decirlo, soy un hombre profundamente enamorado de mi mujer que vive con impotencia el fango que sobre ella esparcen día sí y día también.

Entramos en terreno emocional. Pedro Sánchez se vende a sí mismo como un hombre profundamente enamorado de su esposa. Pero no duda sin embargo en utilizarla, manipulando los hechos, amén de dándoles repercusión internacional, con el objetivo de perpetuarse en la Moncloa. Nadie ha dicho que el amor sea incompatible con la obtención de ventajas personales

No obstante, no duden que el relato del hombre enamorado que se plantea renunciar a todo "por amor" calará entre una parte de su público, incapaz de distinguir entre la gestión de los asuntos públicos y una telenovela dominical. 

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Necesito parar y reflexionar. Me urge responderme a la pregunta de si merece la pena, pese al fango en el que la derecha y la ultraderecha pretenden convertir la política. Si debo continuar al frente del Gobierno o renunciar a este alto honor. A pesar de la caricatura que la derecha y la ultraderecha política y mediática han tratado de hacer de mí, nunca he tenido apego al cargo. Sí lo tengo al deber, al compromiso político y al servicio público. Yo no paso por los cargos, hago valer la legitimidad de esas altas responsabilidades para transformar y hacer avanzar al país que quiero.

Sánchez, el presidente con más apego al cargo de la historia de España, dice no tener apego al cargo pocas líneas después de decir que está profundamente enamorado de su esposa. Si yo fuera ella, me enfadaría.  

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Todo ello me lleva a decirle que seguiré trabajando, pero que cancelaré mi agenda pública unos días para poder reflexionar y decidir qué camino tomar. El próximo lunes, 29 de abril, compareceré ante los medios de comunicación y daré a conocer mi decisión.

Esto es una irresponsabilidad de tal magnitud que debería comportar su dimisión inmediata. Un presidente dimite o no dimite, pero sobre todo, medita en privado su decisión sin hacer partícipes a los ciudadanos de su presunto duelo interior.

Sánchez sigue sin comprender la diferencia entre sus intereses personales y sus responsabilidades institucionales, que considera una herramienta para satisfacer los primeros. Ese periodo de cinco días "para la reflexión" suponen dejar al país en barbecho a la espera de que el presidente comunique a los ciudadanos su decisión. 

Lo más sorprendente de la carta, en fin, es la falta de respeto que Sánchez demuestra por su mujer, pero sobre todo por sí mismo.

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Las posibles interpretaciones de la carta ahora mismo son varias. Algunas, compatibles entre ellas.

1. La primera es la de que Sánchez ha puesto en marcha la 'operación mártir' para tapar las sospechas de tráfico de influencias que pesan sobre su mujer y, de rebote, sobre él. 

2. La segunda es que Sánchez busca una excusa para abandonar la presidencia tras la evidencia de que la legislatura está muerta, de que el PSOE es un partido cadáver y de que no hay manera imaginable de sobrevivir a las elecciones catalanas que no pasen por la convocatoria de unas elecciones anticipadas que ganaría el PP. 

3. La tercera es que Sánchez pretende escenificar este lunes 'un Rubiales' ("no voy a dimitir, no voy a dimitir, NO VOY A DIMITIR"), en una nueva vuelta de tuerca a esa épica del resistente que tanto se ha esforzado en cultivar en sus libros. 

4. La cuarta es que busca forzar una cuestión de confianza en el Congreso de los Diputados. Cuestión que difícilmente perdería (PNV y Junts no le dejarán caer ahora) y que le permitiría argumentar que tiene el apoyo de los ciudadanos para continuar al frente del Gobierno. Una teoría consecuente con su tesis de que la soberanía popular está representada en el Congreso de los Diputados

5. La quinta es que Sánchez se está curando en salud frente a la posibilidad de que aparezca durante los próximos días una información sobre los negocios y las gestiones de su mujer que hagan imposible su permanencia al frente del Gobierno. 

6. La sexta posibilidad, que me apunta una fuente del PP, es la de que Sánchez esté preparando un "autogolpe posmoderno".

"Si cuando dejas de meditar decides que hay demasiado fango y que así no hay quien respire, pues prohíbes el fango para respirar tranquilo".

Ese fango, por supuesto, serían los medios de comunicación "de la derecha y de la ultraderecha" que han publicado informaciones sobre su mujer. 

7. La séptima es una variante de la anterior. Quizá Sánchez busca una salida melodramática de la Moncloa para volver dentro de cuatro años, en olor de multitudes, como el mesías que salvará a los españoles del gobierno de Feijóo y Abascal

8. La octava es más humana. Quizá Sánchez ha perdido definitivamente el contacto con la realidad y cree que su anuncio provocará manifestaciones de apoyo a su persona que, como un clamor, gritarán "QUÉDATE, PEDRO" por las calles de Madrid. Algo no descartable al 100%, como tampoco sería descartable que ocurriera lo contrario. 

Lo único descartable es, precisamente, lo que Sánchez afirma en su carta.

Porque si algo ha quedado claro tras seis años de sanchismo es que Sánchez nunca es sincero. Mucho menos transparente. 

También Carles Puigdemont ha dicho que si no le votan los catalanes, se va a su casa. También Jordi Pujol se identificó con Cataluña cuando intentaron investigarle por la quiebra de Banca Catalana: "No me atacan a mí, atacan a Cataluña". En el caso de Sánchez, no le atacan a él o a Begoña. Atacan al progreso. A la democracia.  

El aroma a procés que destila la carta del presidente del Gobierno es innegable. Y eso es lo que debería preocupar, y mucho, a los españoles. No si el presidente se va o se queda.